Portada del sitio - Noticias - El viento trae una copla

Buscar

“Si hoy nos resultan familiares conceptos tales como “Asignación universal por hijo”, “Plan Jefes y Jefas de Familia” o “Seguro para la vejez” es, entre otros motivos, porque hace 10 años la Central de Trabajadores de la Argentina tomó la decisión política de organizar una Marcha Grande por el Trabajo” dice en la contratapa el libro recién impreso y ayer presentado en el Anfiteatro Eva Perón de la Asociación de Trabajadores del Estado.

Vaya nombre en esa fecha, cuanta historia en este libro: “La Marcha Grande” historia fresca en la pluma también mística de Carlos Del Frade.

La convocatoria encabezada por la Juventud de la CTA Capital, llegó puntual alrededor de las seis y media de la tarde, y acompañó, primero mirando el video que repasaba aquél andar de 15 días, cuando 300 compañeros partiendo de Rosario se tranformaron en 15 mil entrando al Congreso Nacional en plena resistencia, “escribiendo a pata y pulmón” uno de los capítulos más importantes de la historia reciente de nuestro país.

“El viento trae una copla” fue la canción elegida para acompañar esas imágenes, primero la elección vino de la mano de Gustavo Alonso, el documentalista platense.

Ayer Fabián y Walter Piedras, los hacedores de los chalecos, también la eligieron y la dejaron para acompañar ese momento. Canta la Bersuit, símbolo de aquellos años y una se emociona, cuesta escaparle al lagrimón cuanto canta y dice que sigue “lavando copas de gente mejor que yo” y un compañero de chaleco amarillo baila, vaya uno a saber dónde, en esos años, en las aguas del río místico.

“Mística es la palabra que más encontré en todos los testimonios” dice Del Frade, y Víctor De Gennaro lo mira, escucha, asiente. Se emociona también ¿A quién no le gusta la mística?

Y “Pipón” Giuliani aclara que lo suyo no va a ser objetivo, entonces arranca y dice que “el contenido y la forma van de la mano. Durante mucho tiempo se ha creído que lo que hacemos en gráfica, en audiovisual, en mural, desde la militancia, desde los trabajadores, sólo interesa por lo que dice. Pero importa también cómo lo dice, y en qué frasco viene envuelto, y en la fotografía. Es muy picante el libro, para decirlo en un cordobés básico. Carlos Del Frade tiene una forma, un estilo, que es muy agudo, que mezcla sabiamente el contexto político de la época con lo que significa también la vivencia de los protagonistas. Y es un hallazgo. Primero porque lo hace interesante, lo hace muy ameno, recomiendo su lectura, y segundo porque termina trazando un puente en lo que fue la decadencia del modelo neoliberal, tal y como lo conocemos con De la Rúa y Cavallo, a los que terminamos desalojando con las jornadas del 19 y 20 de diciembre de 2001” dice Pipón, entre tonadas.

Y Cora Rojo, Marcelo Paredes, son los responsables de “lo picante”. Del cuidado de una edición de 190 páginas, dedicadas, entre otras cosas, “a los que hacen posible, todos los días, esa postal de la historia política de la esperanza que es la CTA en cada rinconcito de la Argentina.

“Esa marcha se fue metiendo en el interior de cada uno de nosotros” dice el autor, Carlos Del Frade, rosarino, a su turno. “Ustedes recorrieron el país y el país los recorrió a cada uno de ustedes. La famosa palabra que se repite que es la palabra mística es en realidad el conjunto de emociones que encontré a lo largo de este relato. Y ahí sintieron que la política es mucho más que un video. La política es prestar la mirada a alguien que con mirada escéptica, emocionada o llorando, necesita que alguien lo mire a los ojos. La política es mostrar que uno pone el cuerpo con los pies ampollados mientras el otro camina la historia como puede, no como quiere. La marcha grande fue la epopeya de 300 tipos, de los cuáles el 40 por ciento eran chicos, los Chicos del Pueblo”, dice, y narra, y hace radio y hace historia con la palabra en un auditorio que escucha en silencio y atento, mientras las historias se suceden, las anécdotas fluyen y las ampollas no se pinchan, tal y como enseñó el Doctor Ricardo Zambrano y repite en la noche de julio.

Víctor Mendibil dirá que nunca “fui a tantas misas ni estuvimos en tantas iglesias”, y agrega que también él acompaño al cura Cajade, un eterno extrañado, un imprescindible, a buscar un habeas data, y fue su testigo en una comisaría de algún pueblo del camino. Pueblos y ciudades de hombres quebrados puertas adentro y mujeres con sus hijos y sus hijas que miraban desde la puerta, desde el jardín. Con almaceneros que no cobrabran la mercadería, como forma de colaborar. Con compañeros y compañeras que comenzaban a “conocer en serio la CTA”, porque la iban construyendo, como contó Laura García Tuñón, mientras orgullosa exhibía su chaleco blanco que dice UTE-CTA, con lapicera azul que no se borra a pesar de la década.

Y Fabio Basteiro que cuenta que una avioneta tiró miles de volantes encima de un casamiento, en un “mal cálculo, porque en realidad tenían que caer en el camping de APA…”. Y así fueron girando las historias. Y De Gennaro instando a la participación, al debate, a seguir escribiendo las páginas de la Marcha Grande por el trabajo, a recuperar las anécdotas, a salir de las casas. A buscar a los compañeros y a las compañeras. A hablar.

“Ganamos” dijo Del Frade. “Ganamos”. Ahora y como siempre “todo depende de nosotros”.